De primero, ¡ensalada!

Pues se nos antojó un poco de ensalada, y decidimos que aunque tendríamos que esperar, lo mejor era plantar nuestras propias lechugas. Los tomates para la ensalada tendrán que esperar un poco más...

Dicho y hecho, Manuel, que con la azada se maneja de maravilla, vino a golpe de sirena y nos preparó el terreno para sembrarlas en un periquete.


Luego, con la ayuda del maestro Daniel, nos manchamos un poco las manos y nos pusimos a la tarea:


Con mucho mimo y cuidado, fuimos plantándolas una a una.



Por último, un buen regado y preparamos las cañas y el hilo amarillo para protegerlas de posibles pisotones.


Ya queda esperar, aunque prometemos avisar cuando esté lista nuestra ensalada para que tod@s podais probarla.

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